viernes, 22 de julio de 2011

pies arriba y boca abajo

me resisto a que este lugar permanezca en blanco. y aunque exista por poco tiempo y su corta vida no merezca pasar a la historia, prefiero que exista así. acá está un pequeño...


estoy armando un juguete inflable. tiene mil colores iguales. porque los iguales son diferentes. el juguete tiene manchas, tiene pelos y lunares. tiene pene, vagina, tres anos y cinco clítoris. el juguete no usa zapatos, no viste chaqueta y sólo se lo puede inflar por el ojo derecho. con el izquierdo ve hacia adentro de quien lo mira. con la boca escupe delirios y ungüentos. tengo un muñeco inflable para nada. cuento hasta cien para nada y después nos ponemos a jugar. 

macarena.







Fueron más de diez palabras, lo sé, pero en esto todo vale.  Al fin de cuentas  hasta aquí, y sin muñeco, bastante bien hemos llegado.  Porque lo difícil es cuidarlo y mantenerlo siempre inflado.  Ya no son como los de antes; ni sus penes son tan duros, ni sus vaginas  jugosas, y esto de inflarse por el ojo tiene algo de macabro.   Además, yo desconfío de los chinos, ellos buscan conquistar el mundo y seguro nos envían espías en todos sus aparatos.  Es seguro.  Anteanoche escuché ruidos y era el muñeco que hablaba en un idioma incomprensible; lo sé bien, se comunica con mi impresora y con la máquina de hacer café.  Desde que habita en casa todo funciona diferente. 








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